La información es vital. No por el valor en sí que tienen los datos, que es mucho, sino también por todo lo que conlleva. La información revela mucho acerca de una empresa o de una persona: gustos, actividades, acciones emprendidas o por emprender… Y eso, según su importancia, puede llegar a costar mucho, muchísimo dinero. Claro que también la información puede servir para algo más. Pongamos, por ejemplo, para resolver un determinado caso, para abrir una investigación a una empresa o para determinar hasta dónde llegan las implicaciones de una persona en un asunto concreto. La información cuesta, y también cuesta recuperarla, manejarla y tratarla según el uso que se le vaya a dar.
Pongamos por caso una empresa. Su nombre aparece en una investigación. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado la tienen cercada. Saben a qué se dedica, qué hace y están a la espera de conseguirla prueba definitiva para detener a sus responsables. En la empresa, mientras, se guardan las espaldas y sus responsables empiezan a destruir toda la información que consideran peligrosa para no dejar ningún rastro punible. Servidores, portátiles, ordenadores de sobremesa… Incluso hasta tabletas y smartphones son limpiados de tal manera que no aparezca en ellos dato alguno que incrimine a la empresa y a sus responsables. Al fin, sus responsables respiran: todo rastro o prueba ha desaparecido. Fin del peligro… O eso creen.
Fuente: cso.computerworld.es